La abrumadora tarea de hacer el bien.

De tragedias estamos llenos hasta el tope, las tenemos de todos los tipos y tamaños, ninguna es más importante que la otra, pero algunas son más urgentes. Querer acabar con el infierno de la gente de Siria o Yemen es más que justificado, luchar para exigir a los gobiernos el fin de la violencia en las calles o el narcotráfico es imperioso, salvar a los humanos del hambre y la explotación no puede quedar excluido de la lista de los 10 más importantes y así me puedo seguir con la violencia de género, los asesinatos, el secuestro o la esclavitud (que sólo está abolida en los libros de historia).

Todas tienen en común su dimensión dantesca y la dificultad para el ciudadano promedio de hacer algo al respecto. Por más que me indigne, no estoy en capacidad de adoptar a un niño huérfano por un conflicto bélico ni de ir a dar agua de vaso en vaso a quien no la tiene. En estos tiempos de indignación en redes sociales se estila firmar peticiones que lleven nuestros reclamos a quienes (en teoría) tienen la posibilidad de resolverlo. A mi modo de ver, esta práctica tiene varias lecturas. Es cierto que hay casos de éxito, pero son más los casos de fracaso o aquellos en el limbo al no obtener respuesta satisfactoria.

De acuerdo con el sitio Aristegui Noticias, en el 2015, la plataforma change.org logró 108 victorias; me fui al sitio y encontré victorias muy buenas, como la venta de boletos para personas con discapacidad en sitio web y puntos de venta por parte de la compañía de autotransportes ETN o la eliminación del estado y el emoticón: “Me siento gorda” en la plataforma Facebook. Otras de menor impacto como otorgar pasaportes a dos niños o evitar la eutanasia de un perro también son meritorias. Lo que no pude encontrar es cuántas peticiones han sido rechazadas o no se han cumplido aún. No pretendo lapidar esa iniciativa, sólo mostrar que incluso con el apoyo de miles de personas, el efecto no siempre es el deseado.

Nos enteramos de aquellas exitosas, por ejemplo, el rescate de Bana Alabed de 7 años, quien escribía por Twitter desde Aleppo. Dichas historias se hicieron virales en redes sociales y la presión social funcionó, sin embargo, no podemos olvidar la ganancia política o económica para quienes rescatan, como lo está siendo para Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía quien publicó fotos de él cargando a la niña Bana y resaltando el papel de su país en el rescate de los sirios, mientras encarcela o ejecuta por cientos a quienes intentaron un golpe de estado en su contra.

Lo que considero debe cambiar es la actitud hacia los problemas. Uno puede hacer mucho desde su trinchera, es tan simple como tirar la basura en su lugar, evitar los actos de corrupción, cumplir con nuestras obligaciones, no apoyar a quienes son violentos con otros seres vivos, educar en el respeto, donar a grupos dedicados al rescate y protección de la vida silvestre, etc.

Repito, yo no puedo adoptar a un huérfano de guerra, pero sí puedo donar $200 pesos al mes al UNICEF, pagar la esterilización de un gato callejero, apoyar a un comercio local, donar ropa en buen estado, o tan solo ser amable con quien trato a diario.

Debemos seguir haciendo algo contra las injusticias, así sea una niña la que se salve valió la pena, pero también debemos sentirnos bien por esos pequeños triunfos diarios en favor de alguna causa y proponernos llevar a cabo al menos un acto de bien al día. De preferencia algo tangible, no como el Vaticano que sólo manda sus condolencias.

 

http://aristeguinoticias.com/2412/mexico/108-victorias-a-traves-de-change-org-este-2015/

https://www.change.org/es-LA/victorias#most-recent

https://www.change.org/petitions

http://www.bbc.com/news/world-middle-east-38392286

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