Todos quieren cosas.

Es muy difícil ser.

En primer lugar, nadie sabe a ciencia cierta quién es y para qué existe. La filosofía lleva siglos en el asunto y con cada generación los requerimientos se van apilando.

Con cada cambio de paradigma social se replantean las formas de ser y en este momento la respuesta parece ser muy simple: Todos pueden ser lo que quieran ser (mis hijas dirían que el pollo quería ser astronauta).

Si eso es cierto, entonces el simple hecho de ayudar a las personas a ser lo que desean debería resolver una gran cantidad de males sociales y nos llevaría a un mundo de éxito y bienestar, pero la evidencia nos muestra que eso no es así..

Yo creo que existen muy pocas personas haciendo lo que siempre soñaron; para la mayoría de nosotros, esa conciencia llegó con la edad y la experiencia. Si al final del camino uno puede voltear y sentirse satisfecho con lo vivido ya es ganancia, porque hay tantos aspectos a los cuales ponerle palomita, que la balanza en equilibrio es una utopía.

A un niño se le pide ser bueno y de ahí en adelante empieza la discusión filosófica: ¿qué es ser bueno? ¿cómo volverse bueno? ¿si soy bueno por qué no soy feliz? ¿por qué hay gente mala?, etc., etc.

Después se agregan listas de valores, competencias, actitudes, propósitos y llega un punto en el que es imposible serlo todo. Tal vez haya gente que nunca sea nada de eso y viva bien, tal vez muchos intentan e intentan y a pesar de lograr bastante nunca se sienta realizada.

Vamos a volver un poco al asunto del poder ser. Basta darse una vuelta por el Centro Histórico de la Ciudad de México para encontrarse con un abanico de posibilidades. En la explanada de la Secretaría de Relaciones Exteriores hay grupos de adolescentes escuchando y bailando música pop coreana (eso parece ser nuevo), hay gente paseando vestida de su personaje favorito, y no me refiero a niños, estoy hablando de jóvenes de preparatoria o universidad caminando con atuendos salidos de videojuegos, comics, caricaturas o películas (esto también es nuevo). Veremos los ya conocidos darketos, cholos, punks, jipis y algunas variedades más o menos coloridas.

La pregunta es si el poder ser te hace feliz y si la sociedad es capaz de tolerar tanta diversidad. Cada grupo exige una serie de derechos, desea ser reconocida y respetada, tener su espacio, sus usos y costumbres, ser escuchada y por encima de todo ser aceptada. Esto es en términos generales, poder ir a trabajar o a la escuela con la vestimenta que los representa, usar el vocabulario aceptado por su grupo como idiosincrático y no ser discriminados.

Muchas de estas peticiones son derechos constitucionales o derechos humanos, sin embargo, en la práctica las cosas no son tan sencillas; ahí tenemos el caso de los milenarios tatuajes que, a pesar de ser usados por millones de personas en todo el mundo y de estar de moda, encuentran restricciones al ser relacionados con grupos delictivos, promiscuidad, drogas e inestabilidad emocional.

¿Cómo entonces conciliarlo todo? está la parte de ser bueno, de cumplir con los requisitos sociales, el momento histórico-político, las expectativas de la familia, la realidad económica, la realidad medioambiental, la religión y si quieren le sigo, pero da miedo, porque hasta el final de esa lista viene el ser como uno desea.

He visto que entre más anclado está uno a las tradiciones y costumbres de siglos anteriores al presente, más difícil es aceptar estas condiciones del juego y aunque esto no significa que las nuevas generaciones serán más felices al ser más tolerantes, al menos espero puedan navegar por las aguas de las distintas etapas de la vida sin sentir que se ahogan.

Sólo una recomendación, el pasado tiene muchos mensajes importantes y aquí dos de ellos:

  • La unión hace la fuerza.
  • Divide y vencerás.

No se dejen seducir tan fácil por la novedad de la posibilidad, para trabajar en equipo cada uno puede ir vestido como quiera y almorzar lo que más le guste, pero, los objetivos deben ser comunes, el lenguaje el mismo (y no me refiero al idioma); ni hablar, los valores y actitudes que mejor nos definen como seres humanos dignos deben ser seguidos. Así hay más posibilidades de al final del camino, haber hecho el bien y sentirse conforme con el resultado.

Crédito de imagen de encabezado: Unsplash.

Buenas, bonitas y virtuosas.

Tuve un maestro en la facultad quien dedicó una clase entera a explicarnos por qué las mujeres debíamos cuidar nuestra vida sexual premarital y los hombres no. Su argumento era simple, él opinaba que una mujer no debía de confiar en la promesa de los hombres de guardar el secreto después de haber consentido a una relación sexual, que el dicho de “Los caballeros no tenemos memoria” ya no aplicaba para esa época (me refiero a inicios de los 90’s). Peor aún, los hombres presumían sus conquistas entre ellos y la imagen de la mujer se veía perjudicada, porque para tener novia cualquiera estaba bien, pero para tener una esposa había que tener una mujer virtuosa (o sea virgen).

En esa época y habiendo sido educada con esos mismos parámetros la advertencia se me hizo de lo más razonable. Actualmente, cualquier jovencita universitaria se habría reído en su cara y hubiera defendido el derecho de equidad de género y la libertad que tiene de andar con cuantos se le dé la gana y tendría toda la razón. Esas mujeres deberán educar a sus hijos e hijas (si es que deciden tenerlos), en esa equidad y respeto, sólo así lograrán que esa lucha no deba seguir siendo peleada por las nuevas generaciones.

Así como ese ejemplo, las mujeres hemos luchado hasta por el derecho a ser consideradas seres humanos; estamos hablando de siglos de vejaciones y violencia en todos los ámbitos que comprende el término.

Cuando trasladamos esa noción de la mujer, como objeto y posesión del hombre, al terreno del acoso en las escuelas, nos encontramos con justificaciones para los celos, el cuidado del aspecto físico, los estándares de belleza y la “incapacidad” de hacer cosas “de hombres”. En fin, la mujer se tiene que dar a respetar y es culpable de las agresiones que sufre al no haber sabido hacerlo. Es su culpa si los compañeros del salón le pegan porque “anda de llevada”, si se junta con puros niños es normal que las niñas del salón la hagan a un lado porque es poco femenina, cuando está pasada de peso es porque no se sabe cuidar, si es agredida sexualmente es a consecuencia de una provocación de su parte. Al final las mujeres son vistas como un artículo para caballero y deben de mantenerse como ellos lo solicitan hasta ser desempaquetadas, también por ellos, para ser tratadas como se les dé la gana.

Siempre y cuando en el anaquel haya mujeres de todo tipo y para cada necesidad, el hombre va a estar contento. De ese modo puede poner en su carrito de compras: la novia, la esposa, la amante, la prostituta, la que siempre se deja, el segundo frente, la madre, la hermana, la trabajadora doméstica, la empleada, la hija, la abuela, la prima, etc. Para cada una de ellas tiene un manual y espera que cada mujer lo siga a la perfección sin siquiera habérselos dado a leer.

El camino a la equidad está repleto de tradiciones, mentiras, discriminación, misoginia, religión, telenovelas y ahora de “Ladies”. Nos falta mucho como sociedad para lograr una convivencia respetuosa entre mujeres y hombres, los esfuerzos de los grupos feministas son también catalogados de exagerados, liderados por mujeres inestables, locas, las cuales se deberían ir a sus casas a atender a sus familias y dejarse de esas cosas.

Yo estoy segura que debe haber posturas muy extremas entre las feministas y deberán moderarse, pero es tan profundo el abismo de las agresiones hacia las mujeres que hasta no ver subsanadas las prerrogativas básicas de ellas como individuos, no se va a poder determinar cuáles de dichas peticiones van de verdad en contra de los derechos de los hombres.

Como cierre a mi publicación anterior y a esta, quiero dejar claro que yo apoyo los derechos de los seres vivos por igual, porque de lo que se trata es de adaptarse a la realidad actual y permitir a las personas y los animales un desarrollo personal y social digno, que los acerque lo más posible al bienestar asequible.

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De las víctimas de acoso.

De las víctimas.

Todos tenemos nuestra perspectiva de quiénes pueden ser víctimas de acoso. Dicha perspectiva se basa en nuestras propias discriminaciones y eso es algo vital para entender el proceso del acoso en nosotros mismos. Si nos sentimos identificados en el desagrado y discriminación hacia una persona es más fácil calificar el hecho como algo sin importancia, o peor aún, algo justificado.

Debemos tener especial cuidado en cómo nos expresamos de los demás frente a nuestros hijos; es ahí cuando transmitimos el odio hacia los “inferiores” y esa es la receta para iniciar el bullying.

Los humanos no nacemos discriminando, ese es un comportamiento aprendido. Lo podemos copiar de casa, de la comunidad, de los estereotipos en los medios de comunicación y de otros lugares en los que se haga manifiesta la superioridad de una raza, creencia o estilo de vida y se le dote de cualidades asociadas al éxito, a la bondad, etc.

Sólo hay que echar un pequeño vistazo a nuestros estereotipos de belleza: delgadez extrema, tez blanca, cabello rubio, ojos de color claro, cuerpos torneados por el ejercicio y profesiones asociadas con el mundo de la farándula, los deportes o la música popular. Cómo no vamos a tener una población deseosa de convertirse en una “súper estrella” si por una película ganan millones de dólares Vs un médico o un ingeniero que difícilmente verán esa cantidad en sus vidas.

Las víctimas más comunes en las escuelas de todo el mundo siguen siendo los infantes pasados de peso, los que usan anteojos, quienes tengan algún problema del lenguaje o psicomotriz, las niñas “feas” (1).

En casa reforzamos ese estereotipo por la sencilla razón de pertenecer al mismo grupo social, tener los mismos anhelos, remordimientos, sueños y represiones. Hay tal cantidad de gente luchando por el cuerpo perfecto, aun si se sale de los estándares saludables, que existe un problema grave de autopercepción, esto ya no sólo es válido para las mujeres, ahora también los hombres sienten esta presión. Un infante que en su casa vive el sufrimiento de sus padres o la presión de tener el cuerpo perfecto, no va a dudar en ver a un compañero como inferior o desagradable si él o ella tiene sobrepeso; peor todavía, si ese infante padece de sobrepeso, va a aceptar el acoso como algo merecido.

Es en este momento en el que todos debemos reflexionar y reconocer nuestra inmensa capacidad para discriminar, identificar a nuestros monstruos y hacer las paces con ellos, de ahí y sólo de ahí va a salir la fuerza necesaria para ayudar a nuestros hijos a ser incluyentes y a respetarse unos a otros.

La labor es titánica, por eso las acciones de prevención son importantísimas, ya que de ellas van a nacer las futuras generaciones libres de tal cantidad de prejuicios. Pero eso no significa abandonar a los millones y millones de seres quienes ya sufren de acoso y de discriminación, a ellos debemos apoyarlos no importa la edad que tengan.

En mi práctica, la dificultad más grande que enfrento no es con los niños y sus creencias, es con sus padres, los cuales no están listos o dispuestos a cambiar sus alianzas con lo que ha sido su vivencia de la justicia, la igualdad y la equidad.

 

  1. Garbarino J.; deLara E. (2002). And words can hurt forever. How to Protect Adolescents from Bullying, Harassment and Emotional Violence. Free Press. New York.
               Imagen: Tannia Lozano (2015). Víctimas de todos los tamaños.