A la Malinche se le odia más por haber sido mujer que por su papel en la historia.

Antier me puse a pensar en el término: “Malinchismo”, es parte intrínseca de nuestro lenguaje y tal vez por eso no me detenía a analizar las implicaciones.

Cuenta la historia que la Malinche vendió a su patria al ayudar a Hernán Cortés en la conquista de México Tenochtitlán. Los textos sobrevivientes de esa época, así como el resto de la historia de la humanidad, fueron escritos por hombres. Es difícil saber cuánto influyó eso en la nefasta visión que tenemos de ella. No soy experta en historia de la conquista, sin embargo, sí sé de la acidez que se vierte sobre las mujeres en cualquier situación. En realidad, no podemos saber cuál fue el alcance de su participación en la derrota de los Aztecas, ignoramos si fue forzada por los españoles, deslumbrada y engañada (como el propio Moctezuma), convencida de la tiranía de los Mexicas o si de verdad entendía las implicaciones de lo que hacía. El hecho es que es la mala del cuento.

Cuando me contaron de ella en la primaria, el relato era para odiarla. Su representación era de mujer frívola, amante de Cortés, desdeñadora de su raza, culpable de entregar a su pueblo, ahí aparece en el mural de Siqueiros: “Tormento de Cuahutémoc” viendo cómo le queman los pies al mártir, susurrando en el oído de los españoles, así como la víbora bíblica (1).

Moctezuma, por ejemplo, murió por una pedrada arrojada por alguien de su pueblo (según algunas versiones), denigrado y burlado por los españoles, aun así, se le recuerda como Emperador y no acuñamos ningún término para la debilidad masculina como: “Moctezumismo”.

No trato de cuestionar la veracidad de esta historia, pero se le guarda un rencor que no merece. En esa guerra debe haber habido miles de traiciones y de heroísmos, ella fue usada como símbolo de maldad, lo cual era típico de la postura de la iglesia que llegó con los conquistadores, en esa época murieron en la hoguera miles de mujeres acusadas de brujería, qué nos puede extrañar el juicio que hacen de ella.

Cambiar el término de Malinchismo por otra palabra que denote la preferencia por los extranjeros se me hace muy complicado, de hecho, no puedo pensar en uno que ya exista (villamelón no cuenta). Habría que reescribir la historia para limpiarla de toda la misoginia y dejar a los personajes históricos ser juzgados por sus actos, no por su género, de entrada, los futuros cronistas de la humanidad tienen ya esa obligación.

Hemos perdonado cosas peores a gente infame de verdad, ¿no será hora de hacerlo con ella?

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1. Museo del Palacio de Bellas Artes (2017). Los murales del palacio. Recuperado el 19 de enero de 2017 de:
http://museopalaciodebellasartes.gob.mx/coleccion_alfaro_siqueiros.php

 

Buenas, bonitas y virtuosas.

Tuve un maestro en la facultad quien dedicó una clase entera a explicarnos por qué las mujeres debíamos cuidar nuestra vida sexual premarital y los hombres no. Su argumento era simple, él opinaba que una mujer no debía de confiar en la promesa de los hombres de guardar el secreto después de haber consentido a una relación sexual, que el dicho de “Los caballeros no tenemos memoria” ya no aplicaba para esa época (me refiero a inicios de los 90’s). Peor aún, los hombres presumían sus conquistas entre ellos y la imagen de la mujer se veía perjudicada, porque para tener novia cualquiera estaba bien, pero para tener una esposa había que tener una mujer virtuosa (o sea virgen).

En esa época y habiendo sido educada con esos mismos parámetros la advertencia se me hizo de lo más razonable. Actualmente, cualquier jovencita universitaria se habría reído en su cara y hubiera defendido el derecho de equidad de género y la libertad que tiene de andar con cuantos se le dé la gana y tendría toda la razón. Esas mujeres deberán educar a sus hijos e hijas (si es que deciden tenerlos), en esa equidad y respeto, sólo así lograrán que esa lucha no deba seguir siendo peleada por las nuevas generaciones.

Así como ese ejemplo, las mujeres hemos luchado hasta por el derecho a ser consideradas seres humanos; estamos hablando de siglos de vejaciones y violencia en todos los ámbitos que comprende el término.

Cuando trasladamos esa noción de la mujer, como objeto y posesión del hombre, al terreno del acoso en las escuelas, nos encontramos con justificaciones para los celos, el cuidado del aspecto físico, los estándares de belleza y la “incapacidad” de hacer cosas “de hombres”. En fin, la mujer se tiene que dar a respetar y es culpable de las agresiones que sufre al no haber sabido hacerlo. Es su culpa si los compañeros del salón le pegan porque “anda de llevada”, si se junta con puros niños es normal que las niñas del salón la hagan a un lado porque es poco femenina, cuando está pasada de peso es porque no se sabe cuidar, si es agredida sexualmente es a consecuencia de una provocación de su parte. Al final las mujeres son vistas como un artículo para caballero y deben de mantenerse como ellos lo solicitan hasta ser desempaquetadas, también por ellos, para ser tratadas como se les dé la gana.

Siempre y cuando en el anaquel haya mujeres de todo tipo y para cada necesidad, el hombre va a estar contento. De ese modo puede poner en su carrito de compras: la novia, la esposa, la amante, la prostituta, la que siempre se deja, el segundo frente, la madre, la hermana, la trabajadora doméstica, la empleada, la hija, la abuela, la prima, etc. Para cada una de ellas tiene un manual y espera que cada mujer lo siga a la perfección sin siquiera habérselos dado a leer.

El camino a la equidad está repleto de tradiciones, mentiras, discriminación, misoginia, religión, telenovelas y ahora de “Ladies”. Nos falta mucho como sociedad para lograr una convivencia respetuosa entre mujeres y hombres, los esfuerzos de los grupos feministas son también catalogados de exagerados, liderados por mujeres inestables, locas, las cuales se deberían ir a sus casas a atender a sus familias y dejarse de esas cosas.

Yo estoy segura que debe haber posturas muy extremas entre las feministas y deberán moderarse, pero es tan profundo el abismo de las agresiones hacia las mujeres que hasta no ver subsanadas las prerrogativas básicas de ellas como individuos, no se va a poder determinar cuáles de dichas peticiones van de verdad en contra de los derechos de los hombres.

Como cierre a mi publicación anterior y a esta, quiero dejar claro que yo apoyo los derechos de los seres vivos por igual, porque de lo que se trata es de adaptarse a la realidad actual y permitir a las personas y los animales un desarrollo personal y social digno, que los acerque lo más posible al bienestar asequible.

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