El sueño americano, el del continente americano, debería ser individual.

Así como cada noche soñamos cosas únicas, nuestras existencias bien podrían serlo también. La logística no es sencilla y es, en el mejor de los casos, una utopía.

¿Por qué digo: “en el mejor de los casos”? Cuando nos vamos a los deseos y fantasías individuales, los resultados van desde lo ingenuo hasta lo perverso. La vida ideal no puede ser la que cada uno anhela. Es por ello que como sociedad hemos ido ajustando el ideal de la población dentro de los límites de lo legal, lo moral y lo ético. Hay por ahí individuos incapaces de cumplir con dichos parámetros y tenemos las alternativas a la legalidad y a la moral: delincuencia en todos sus niveles y no pocos casos de neurosis y depresión.

La realidad es que, las políticas de gobierno sí son instrumentos poderosos para moldear el comportamiento de la sociedad. Muchas veces hace falta solo una campaña para alterar ciertos patrones. Por ejemplo, en los años 70’s se estableció una política de poblacional de control natal: “La familia pequeña, vive mejor”. Su principal objetivo era lograr que las familias mexicanas tuvieran menos hijos; dos de preferencia. Esta idea no se lo ocurrió a nadie aquí, fue una respuesta al incremento en la población posterior a la primer y segunda Guerras Mundiales, el cual, en un principio, era necesario para repoblar las ciudades que se vieron diezmadas después de medio siglo de conflicto armado. De ahí que la generación de los nacidos en los 40’s y 50’s es conocida como: “Baby Boomers”.

Como nuestra especie tiene pocos depredadores, aparte de las bacterias, virus y de nosotros mismos, el objetivo se cumplió en un plazo corto. Ese efecto en México fue distinto debido a que no participó en la guerra de forma directa y los mexicanos no murieron en millones como sí lo hicieron los rusos o los judíos, por ejemplo. Nuestras costumbres religiosas y sociales, como la familia extendida, eran suficientes para conformar hogares con muchos hijos. Y como lo que sí nos alcanzo fue la crisis económica, tener familias más pequeñas liberaba de una carga importante a los gobiernos. Otro factor importante fueron los inicios de las urbes sobrepobladas. Nuestro recientemente extinto Distrito Federal, ya contaba con algunos millones, y la falta de vivienda y de recursos se empezaba a hacer evidente. Como consecuencia, la ciudad se adaptó y se empezó a vivir para arriba; se erigieron los multifamiliares en diversas zonas de la ciudad y el espacio vital se redujo a menos de 100m cuadrados.

La medida tuvo éxito y las familias de la Ciudad de México pasaron de los 6 a los 2 hijos. Se suponía que lo hijos partirían del hogar en la adultez temprana para establecer sus propias familias de dos hijos y en muchos casos así fue. Sin embargo, las repetidas crisis económicas (locales y mundiales) hicieron que incluso las casas con pocos, hijos empezaran a sufrir, y las garantías del sueño americano (insisto, del continente), quedaron sin verse realizadas.

Es muy duro enfrentar la pérdida de un sueño cuando es propio; ser piloto aviador o un chef famoso, pero el efecto del sueño no cumplido a nivel nacional ha sido devastador.

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Para los nacidos después de 1970, la promesa de que una carrera universitaria vendría acompañada de un trabajo bien remunerado y, por ende, la separación de la familia de origen, no se cumplió, peor aún, las familias han vuelto a permanecer en casa de los padres después de casados con hijos y todo. Esto no es un regreso a la familia extendida, esto representa meter a 8 personas en los mismos 70 metros de departamento, y eso sí ha creado un nivel de neurosis y un aumento de la violencia al interior del núcleo familiar. En los límites de la ciudad tenemos la vista siempre gris de las casas construidas de forma irregular y a las que se les van agregando pisos según van regresando los hijos e hijas con sus familias propias.

Tener una propiedad es un lujo y acabarla de pagar un reto.

¿Cuál es entonces nuestra responsabilidad?

A mi modo de ver es soñar con logros propios basados en el respeto y la compasión por el resto del mundo, educar en la realidad y la objetividad a los hijos y no dejar que les vendan el mismo sueño para que después se convierta en pesadilla. Si sus hijos deciden no ser padres, está bien, si no les es posible salir de la casa familiar, se deben establecer reglas justas de convivencia y aportaciones económicas, si emigran está muy bien, si viven entre amigos está bien, si rentan un estudio y viven solos qué bueno. Lo que sí no se vale es soñar por otro, no se vale imponer los deseos propios a una vida que no es nuestra; debemos evitar, a toda costa, que las generaciones que nos siguen compren el paquete de plan de vida asegurado que les venden, porque sabemos muy bien que no existe.

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Se lo buscó.

No importa al género que se apliquen, esas palabras son suficientes para culpar a alguien de algún suceso nefasto en su vida. La diferencia entre los sucesos nefastos es la que hace de este tema algo interesante para el análisis.

Caso nefasto 1: Él camina sobre una barda para ganar una apuesta; se cae y se fractura una pierna. Veredicto: Se lo buscó por arriesgarse sin necesidad.

Caso nefasto 2: Ella toma más de 5 copas en una fiesta y al otro día tiene vómito y dolor de cabeza. Veredicto: Se lo buscó por abusar del alcohol.

Caso nefasto 3: Él camina sobre una barda porque un grupo de bullies lo reta a hacerlo; se cae y se fractura una pierna. Veredicto: No se lo buscó porque estaba bajo presión de un grupo que busca dañarlo de un modo u otro.

Caso nefasto 4: Ella toma más de 5 copas en una fiesta, un par de amigos se aprovechan de su borrachera y abusan sexualmente de ella. Veredicto: No se lo buscó, nadie tiene derecho a sacar provecho del estado etílico de una persona.

Las situaciones pueden ser las mismas, sin embargo, el resultado puede depender o no, del afectado. Lo que regularmente no cambia, es la percepción de la sociedad al respecto y para los cuatro casos el veredicto es: “Se lo buscó”; y es que nuestro juicio cuando se refiere a una conducta reprobable es normalmente negativo. Esta doble agresión es tristemente evidente hacia las mujeres.

Se considera que las mujeres deben vivir bajo las reglas establecidas por los hombres y como mencioné en una publicación previa, esas reglas están pensadas a favor del sexo masculino. Si una mujer toma, es culpable de lo que le pase, si una mujer usa faldas cortas, blusas escotadas o telas trasparentes, es culpable de lo que le pase, si una mujer es infiel tiene la culpa, si una mujer es acosada es su culpa, etc., etc.

Es todos estos casos se acusa a la mujer de no comportarse como le dijeron. Por supuesto, el hombre que saca provecho de esas situaciones, es un chingón y entre ellos se defienden a muerte.

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Lo más insólito es que las mujeres son quienes educan de esa forma a hijos y a hijas. De verdad a ratos somos nuestras peores enemigas, nos atacamos y degradamos de tal forma que propiciamos el mantenimiento de estas ridículas y violentas conductas hacia nosotras. Estamos en constante competencia y a la menor provocación justificamos la agresión y el: “se lo buscó” es la forma más común de reducir a la otra a una categoría inferior a la nuestra.

Solitas nos subimos a la pasarela y nos metemos el pie. Es indispensable empezarnos a defender entre mujeres, el ataque de una a la otra es malo para ambas partes y no, no nos hace más atractivas a los hombres ni más santas, ni mejores.

El machismo es también un producto de manufactura femenina y es más fácil acabar con él desde nuestra trinchera. Debe haber solidaridad entre nuestro género, por ello les digo:

Chicas, no compartan memes denigrantes para las mujeres, no se burlen de las desgracias de otras, no usen peyorativos en femenino (nena, puta, fácil, zorra, dejada, etc.), no compitan por un hombre, cuídense una a la otra, no eduquen machos ni mujeres sumisas.

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¿Qué onda güey? Los apodos.

“Nada más es de cariño”.

En algunos grupos sociales el apodo es casi una obligación, ahí tenemos a los grupos delictivos, quienes se especializan en adoptar una variedad de apodos que van de lo común a lo grotesco, tenemos por ahí a “El Tomate” Vs el Mochaorejas.

Los apodos, sobrenombres o motes se pueden dividir, a grandes rasgos en:

Intimidatorios- Pensados para causar miedo o hablar de las proezas de la persona.

Burlones- Adjudicados por alguna característica física, de personalidad o basados en alguna anécdota persona.

Despectivos- Asignados con la finalidad de discriminar y deshumanizar a quien lo recibe.

Relacionales- Se dan normalmente en casa y se emplean como un sustituto del nombre; son “de cariño”.

La clave está en este último detalle, los apodos sustituyen al nombre y en esa pequeña acción se está modificando la personalidad y autoestima del individuo. Conozco tres hermanos quienes recibieron su mote a pocos días después de su nacimiento para convertirse por el resto de sus vidas en: El Mojarra, El Coyol y La Chimoltrufia. Yo sólo recuerdo que el nombre de “El Coyol” era Francisco, de los otros dos nunca conocí sus nombres. Fueron sus padres quienes les pusieron esos apodos y se mostraron siempre orgullosos de aquellas denominaciones.

Cuando a una persona nace con esa dualidad relega su nombre a los trámites oficiales y a cuando pasan lista en el salón; aun en esas instancias solicitan ser llamados por sus sobrenombres, lo cual no podría ser más claro; van encima del nombre.

¿Es malo poner apodos?

Cuando hablamos de acoso verbal y relacional (social), los apodos son uno de los primeros ataques que sufre la persona. Ser llamado “Cuatro ojos”, “Nerd”, “Cerdo”, etc., es muy grave y es la agresión más común en el ámbito escolar (1).

La reacción de los maestros y adultos cuando a un infante se le pone un sobrenombre es normalmente: “No les hagas caso”. Ignorar el daño emocional de ser despojado de su identidad para ser reducido a un defecto físico o intelectual (real o imaginario), es dejar abierta la puerta a futuras agresiones. El mensaje que reciben los acosadores es muy claro: El maestro no dijo nada, lo cual es igual a: nos dio permiso.

De ahí pueden venir las pintas en las paredes de los baños, los dibujos distribuidos en la escuela, los cuadernos y mochilas vandalizadas. El individuo deja de ser lo que es para pasar a convertirse en el objeto de alguien.

Como maestro es importante no usar los apodos que se ponen en casa o entre pares. Es tan sencillo como decir el primer día de clases: “Chicos, les voy a decir por su nombre de pila, sin diminutivos o apodos”. Punto, todo listo, de ahí en adelante se dio no sólo una lección de civismo, sino se sentaron las bases del respeto que operarán en el salón de clases. Hay maestros que deciden usar los apellidos y esa es otra opción válida ya que se habla de la familia y se le da la importancia debida.

Ahora bien, ¿cómo hacemos para que nuestros hijos y alumnos sobrevivan a un apodo no deseado? La clave está en la asertividad. Hay motes que se pueden usar para fortalecer al niño, en especial cuando se relacionan con algún aspecto físico o intelectual. Pongo un caso que conozco de primera mano. Mi hija mayor es muy alta, a lo largo de su vida fue en promedio unos 12 o 15 centímetros más alta que el resto de sus amigos. En 5to de primaria la apodaron La Jirafa, lo cual significó un duro golpe para ella, quien de por sí batallaba para hablar con todos a quienes veía desde sus alturas y a quien le daba algo de pena ser tan alta. Después de una tarde de entrenamiento en casa y de asegurarle que iba a funcionar, ella llegó al día siguiente con la misión de ignorar los comentarios y reírse de ellos. Se dice muy fácil, pero enfrentar a un grupo que se encontró un arma en tu contra no es fácil. Le llevó un par de días y después salió exitosa y fortalecida de la experiencia. No le dejaron de decir jirafa, pero consiguió cambiar la intención, de un sobrenombre intimidatorio a uno más de tipo burlón: “Giraffe” le decían de un lado al otro del salón y ella respondía con los dedos en señal de victoria y habiendo ganado notoriedad positiva por ser la más alta de la escuela.

Cosa muy diferente cuando el apodo es menos flexible o denigrante. No se puede permitir que se les diga cerdo, zorra, piruja, etc. En estos casos los adultos responsables deben intervenir y desde que se tenga conocimiento del caso hablarlo en el salón, señalar el mal gusto de quienes lo pusieron y fortalecer frente al todo el grupo la identidad y el respeto debido al alumno. Sobre todo, se deben confiscar los dibujos o notas con dicho apodo y aplicar las correspondientes consecuencias a quienes lo hicieron.

Cada uno decide si acepta o no un apodo que considera agradable, cada uno decide si quiere ser conocido por él en lugar de usar su nombre, pero nadie tiene derecho a imponerlo a un recién nacido, a un menor de edad o simplemente a alguien que no desea ser apodado de forma alguna.

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  1. Coloroso B. (2008). The Bully, The Bullied and The Bystander. HarperCollins e-books. Estados Unidos.

El acoso y los trastonos mentales.

La salud mental, o más bien, la enfermedad mental, se asocia fuertemente con la locura. En la sociedad, la idea del loco se ve reflejada en los trastornos de tipo esquizoide, paranoide y psicóticos. Dichas enfermedades representan un reto para el público en general ya que las características de los trastornos pueden tener tintes violentos y se ven acompañadas de alucinaciones que mucho se asocian a lo demoniaco.

Para variar, las películas y la literatura han pintado un cuadro en el que los pacientes con enfermedades mentales son monstruosos. Eso ha generado miedo y rechazo en la sociedad.

Miles de enfermos fueron confinados en sus casas durante toda su vida, otros internados en centros donde la existencia era inhumana y en muchos de los casos servían como conejillos de indias para médicos en busca de los orígenes de la enfermedad.

Han tenido que pasar siglos para por fin entender las enfermedades mentales y ahora nos encontramos en la etapa de sensibilizar a las personas ante el inmenso sufrimiento de los pacientes y eliminar el temor y la discriminación hacia esas personas.

Un número importante de los niños que sufren acoso son catalogados como “raros”, “chiflados”, “locos”. Todo ello derivado del estigma explicado antes. Si uno maltrata a un “loco”, la gravedad del daño se ve mitigada por la condición “inferior” que se le asigna al niño o a la niña.

Hay un manejo equivocado de las enfermedades y se ha vuelto común clasificar a quien nos parezca diferente como: Border (trastorno límite de personalidad), OCD (trastorno obsesivo compulsivo por sus siglas en inglés), neurótico o psyco (psicótico).

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Este fenómeno se ve de forma particular en los adolescentes por tres razones:

  1. Usan el término para deshumanizar a la persona y poderla humillar
  2. Los chicos sí padecen algún trastorno mental y empiezan a mostrar síntomas.
  3. Las diferencias que les achacan tienen que ver con aspectos culturales, raciales o de personalidad.

Cuando un joven se siente señalado como enfermo, no sólo se va a deprimir, sino que se va a dar un fenómeno conocido como alienación; o sea, ser diferente al grupo al grado de sentirse de otro mundo (un alienígena). En la necesidad de protegerse y de huir de quienes lo acosan, él o ella buscará unirse a un grupo donde sea aceptado como diferente. No importa si sólo son dos o si es una pandilla completa; cuando esos chicos se asumen como locos y desadaptados, empezarán a comportarse como tales. Hay riesgo de caer en drogas, promiscuidad, violencia, o actividades delictivas.

Adoptar una identidad que vaya en contra del resto sólo confirma el diagnóstico social de locura. Esta cadena es difícil de romper y se debe empezar por educar acerca de las enfermedades mentales y desmentir todo el folclor que existe a su alrededor.

Empezando porque el trastorno mental más común es la depresión y no la psicosis o la esquizofrenia y terminando por entender que son muy pocos los casos donde las agresiones se dirigen de forma física a quienes rodean al enfermo.

Acosar a alguien asignándole una enfermedad y deshumanizarlo para poder atacarlo debería ser considerado un acto criminal, mientras, los millones de individuos que sí padecen algún trastorno, viven discriminados y con restricciones a sus derechos en todo el mundo.

Gif Homero Simpson. Giphy.com. Recuperado el 18 de octubre de 2016 de: https://giphy.com/gifs/halloween-simpsons-treehouse-of-horror-IjjqQvfFpSSxG
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La inclusión forzada en un mundo que discrimina.

Los seres humanos somos más iguales que diferentes, sin embargo, somos más diversos que iguales y eso, ha sido causa de injusticias desde siempre.

La selección natural se encarga de adaptar a las especies al ecosistema y la selección que los humanos hacemos se ha encargado de perpetuar características físicas y de personalidad deseables para la sociedad. Estas dos posturas tienen bases opuestas; la primera hace cambios basado en lo que le conviene a la especie, mientras que la segunda elige dichos cambios basado en lo que cree que le conviene a la especie.

Ya se ha expresado por ahí cómo la idea de: “lo que es mejor para mí”, puede estar totalmente alejada de lo que en verdad le conviene al individuo.

Entonces, como en los cuentos de hadas:

“Hace muchos años, en un reino maravilloso, todos fueron de piel blanca, ojos claros y vivieron felices para siempre”.

Llevamos siglos tratando de salir de ese script sin éxito, aunque avances sí ha habido y eso debe continuar. Cada vez hay más leyes apoyando la diversidad y se acepta que eso va mucho más allá del color de la piel. Las razas nunca se han mantenido en una forma pura. Del lado de la selección natural hemos tenido, a lo largo de la historia, migraciones, eras glaciales, epidemias y otros fenómenos más o menos perceptibles. Por nuestra parte hemos elegido en muchos casos, simple y sencillamente lo que más nos gusta.

El orgullo racial ha tomado fuerza y el cuento se ha ido llenando de personajes de colores, ideologías y preferencias sexuales diversas. El cuento poco a poco va incluyendo personajes principales que no son blancos, varones o con mucho dinero.

En el día a día esto ha pasado desde hace muchas décadas, pero como en nuestra sociedad pareciera que si no se muestra en las películas o las series no vale, ahora tenemos “inclusión”.

Dependiendo del país la inclusión racial en series y películas se ve de forma diferente. En México hubo una época en la que los personajes negros eran actores blancos pintados de negro, los indígenas eran actores blancos con la cara sucia y hablando mal el español. Es de dar risa y es muy ofensivo y discriminatorio. Esos actores podían terminar la filmación y “limpiarse”, mientras que quieres pertenecen a dichos grupos humanos no podían hacerlo (ni tenían por qué). Ahora en nuestras películas todos dicen groserías, son medio vivales, las diferencias se enfocan en llevar al ridículo a las clases sociales y hacerse burla unos a otros.

En países con inmigración masiva como nuestros vecinos del norte, las series ahora han pasado de ser blancas para tener francos problemas de amontonar en el elenco a tanta diversidad. Tenemos por ejemplo los grupos de investigación; en ellos encontramos: un negro, un blanco, un latino, un asiático, un judío, un musulmán, un europeo, etc., y como queda también el asunto de las preferencias sexuales, entre ellos mismos deben ser heterosexuales y miembros de la comunidad LBGT, vegetarianos, adictos, ex adictos, devotos, fieles, infieles y los que me falten.

El intento de inclusión llega al absurdo y se siente falso, ignoro si cada grupo se siente representado con justicia en México o en Estados Unidos, pero yo más bien creo que es como pintar con todos los colores de la paleta sin justificación estética de fondo.

Sí es mucho mejor que estén a que no estén, por supuesto que sí y es de celebrar el esfuerzo. El asunto de la inclusión forzada es que muy en el fondo el poder sigue recayendo en los blancos, los malos son todavía los rusos y ahora también los chinos, el islam y los narcos latinoamericanos.

Hay ejemplos finísimos de inclusión, se me ocurre por ejemplo la trilogía de Iñárritu: Amores Perros, 21 gramos y Babel; sobre todo esta última donde la realidad humana se ve reflejada en toda su magnificencia y su miseria.

Pido porque un día pueda haber inclusión realista y que quienes no puedan ser representados en esa ocasión particular sean incluidos en otras y no se sientan mal. Además, espero que la variedad se aprecie en donde más vale, como en las universidades, empresas, agencias espaciales, organizaciones, gobiernos. En el cine y la televisión no me importa si siguen batallando en crear híbridos multifacéticos, al final es entretenimiento y bueno, si los actores se enojan, sepan que son incluidos en muchos otros círculos de devoción.

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Feos, fuertes y formales.

Primero dejemos claro que los seres humanos nacemos machos o hembras como el resto de los mamíferos y de muchas otras especies animales. En nuestro caso denominamos “hombres” a los machos y “mujeres” a las hembras. Siendo así, uno nace mujer o nace hombre (sin hablar aquí de identidad sexual o identidad corporal), entonces, decirle a un niño: “Te tienes que hacer hombrecito”, es violencia pasiva.

Hombre nació, y de acuerdo a los periodos de la vida es niño, adolescente, adulto o anciano; pero hombre ya es.

Este detalle de tan poca importancia aparente y de una carga cultural que lo justifica, da origen a infinidad de casos de acoso en las escuelas, en casa y en la comunidad.

Los hombres se ven expuestos a agresiones cuando no son capaces de actuar como se supone que un hombre actúa. El “deber ser” es una lápida sobre los hombros de cualquiera. A un hombre se le desprecia cuando es menos hombre (o sea más mujer), la imposición viene por parte de ambos sexos y erróneamente se cree que nada más afecta a los homosexuales, pero no hay nada más alejado de la realidad.

Cuando se le niega a un individuo la posibilidad de ser como es se abre el camino a la depresión y otros trastornos asociados. Un niño a quien se le reprende por jugar con muñecas está viendo su lado paternal ser bulleado, por lo que no es de extrañar el desapego de muchos padres a sus hijos recién nacidos. Un niño a quien se le reprende por jugar con niñas y pasar tiempo con ellas es tachado de homosexual, por lo que tampoco es de extrañar su incapacidad de entender a las mujeres.

Sigan esa lógica de pensamiento y hallarán las raíces de la discriminación a las mujeres y a sus actividades, o sea, planchar no es de hombres.

Las generaciones en muchos países desarrollados van cambiando sus paradigmas y son bienvenidas las nuevas masculinidades; son hombres que exigen permisos de paternidad al nacer sus bebés, son aquellos que deciden permanecer en casa y encargarse del quehacer y de los hijos mientras la mujer trabaja, ellos se permiten ponerse crema, hacerse manicure, preocuparse por su apariencia física y no perder un ápice de hombría en el proceso.

Ese fenómeno está tardando mucho en darse en otros países y en nuestro México el trabajo es cuesta arriba. En la educación de los hijos los padres y las madres viven con los cánones de antes: “Si te pega se lo regresas”, “Los niños no lloran”, “Enséñale quién manda”, “No vayas a ser un dejado mandilón”, “¿Qué, ella te manda?”

El niño capaz de vivir a la altura de esas expectativas puede volverse un acosador; el niño incapaz de vivir a la altura de esas expectativas puede volverse una víctima.

Entre esos dos extremos viene toda la gama de chicos que se encuentran en una escuela y aunque ninguna de dichas características va a determinar de forma causal el comportamiento futuro de esos individuos, sí aumentan las probabilidades de mantenerse como acosadores o víctimas durante el resto de las etapas de la vida.

Para los padres de familia que su niño sea víctima es muy difícil de manejar, los confronta con su definición de hombre y con la carga social de quienes comparten esa definición. Es mucho más sencillo admitir que el hijo es un bully, porque no es ningún dejado o porque es un fregón, que aceptar al hijo como víctima en un rol asociado al fracaso y a lo femenino (ni lo mande dios).

El hombre necesita escapar de esa carga de violencia con la que debe vivir. En el intervalo entre los roles: acosador-víctima está el punto adecuado y no es un hombre afeminado, es por el contrario un hombre asertivo capaz de asumirse como tal sin sentir el peso de cumplir con las regulaciones establecidas para su sexo por la sociedad. Si lo necesita se sabe defender, si quiere puede llevarse con sus amigos y jugar a las luchas, puede practicar cualquier deporte, se puede peinar como se le da la gana y es capaz de establecer relaciones asertivas con hombres y mujeres. Un niño que estudia ballet no se va a hacer gay, si decide ser amo de casa no es porque la mujer le pega, pero lo más importante es que si decide ser padre va a educar a sus hijos sin esos prejuicios y poco a poco erradicarlos de la sociedad.

Tu hijo varón ya es hombre, ahora permítele ser lo que él quiera.

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