Educar en la inclusión en un entorno racista.

Una de las mayores preocupaciones que tengo como madre es si he sido capaz de educar a mis hijas para ser incluyentes, respetuosas y responsables a pesar de mis prejuicios e inseguridades; porque vaya que tengo algunos.

Los hijos se nutren de uno y aprenden de nuestro ejemplo, por más que les hable de la importancia de la higiene, si no lavo la ropa y no me lavo los dientes, la contradicción es más que evidente; la vista es más poderosa que el oído, sobre todo a edades en donde la abstracción y el vocabulario, lo mismo que la atención, no son el fuerte de la persona.

La solución fue cambiar yo; volverme lo que yo deseaba para ellas. Así fue como me hice feminista, incluyente, paciente, tolerante a la diversidad sexual y lo que se vaya necesitando, todo en la medida de mis limitaciones claro está.

Soy una ávida lectora y de ahí tomé ejemplos, los mejores tal vez, de obras de ciencia ficción, en ellos he hallado más humanismo que en muchos textos filosóficos o académicos. De cualquier forma, leí sobre el tema, estudié mucho y me cuestioné en mis más básicas creencias.

En el mundo actual, la inclusión y el respeto son una necesidad, no sólo por la variedad de humanos con quienes coexistimos, sino, por el resurgimiento del nacionalismo y el orgullo xenofóbico de los últimos años. Esta misma exacerbación del radicalismo de lo que sea, obliga a los padres a manejar el tema con mucho cuidado para no poner a los hijos en riesgo de ser agredidos en la defensa de los derechos propios o ajenos.

Una fórmula que me ha funcionado con mis hijas, mis alumnos o mis pacientes, es aceptar las diferencias de los demás como algo natural, no como la excepción. Para mí, ser incluyente implica estar inmerso en la diversidad como si no lo estuviera; o sea, tratar a todos con respeto, amabilidad, cordialidad etc., no por sus diferencias, más bien por sus semejanzas con nosotros.

Para muchos de nuestros hijos esto ha sido más fácil de lo que fue para nosotros. En primer lugar, los “diferentes” ya somos todos. Una escuela incluyente debe aceptar alumnos de todas las razas, creencias, preferencias sexuales, capacidades físicas e intelectuales. Al hacerlo con éxito, normaliza a todos y los chicos van creciendo sin cuestionarse si alguno es mejor o peor. Ahí el problema somos los padres, nosotros fuimos educados en el racismo y el clasismo, entonces, si nuestro hijo nos presenta a las dos mamás de un amigo como lo más normal y nosotros al llegar a casa ponemos el grito en el cielo y le decimos que eso está mal, nuestro hijo se vuelve homofóbico por culpa nuestra.

Uno debe poder estar bien en una mesa con gente de cualquier color, creencia, etc. No se trata de amarlos y a todos ni de estar de acuerdo con todos sólo por ser diferentes, el requisito esencial es el respeto porque todos lo merecemos, no es hacer un favor. Si como adultos estamos a gusto en una reunión de amigos y los consideramos nuestros iguales, lo más probable es que la velada sea un éxito, si en ese mismo grupo llega alguien a quien percibimos como diferente (inferior o superior) y el ambiente no cambia y seguimos de lo más contentos, podemos decir que nuestra reunión es incluyente.

Ahora bien, aun si en casa se tienen ideas distintas sobre la religión o la sexualidad, yo creo que los padres no tenemos derecho a prohibirle a nuestros hijos ser mejores seres humanos de lo que hemos sido nosotros. Si empezamos por re-educarnos en esto de los derechos humanos, ayudar y aprender de nuestros hijos será mucho más sencillo.

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¿Qué prisa pues? Piratería en la época de los Millenials.

 

Para quien no ha esperado una carta dos semanas o para quien no ha hecho la tarea en la biblioteca, esperar más de 1 minuto es una eternidad.

No es que nuestros hijos hayan nacido con prisa, es tan sólo el mundo que les tocó, en donde todo sucede en segundos (minutos si mal les va). Esa realidad transforma al ser en sus procesos más básicos. Hay una solución al alcance de la mano, una aplicación o un programa diseñado para resolver; entonces, la tolerancia a la frustración es menor. Y como dije, no es su culpa, sin embargo, no todo el mundo puede ir a esa velocidad, empezando por los padres y no se diga los abuelos. Las bromas de cuánto se tarda uno en contestar un mensaje o en encontrar una pestaña en la pantalla, no tienen misericordia. El nuestro era un mundo en el que las cosas se tardaban y uno así lo asumía.

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Un área en la que la tardanza es muy difícil de manejar para muchos es la de las series de televisión. Ya sea que vean los 10 o más capítulos de la temporada de un jalón o bien, que accedan a ellos en sitios ilegales, la urgencia no justifica los medios.

El trabajo creativo suele verse como altruista, todo se comparte, todo parece fácil, total, es una foto, una canción, un poema, un dibujo, etc. Cuando se trata de una película o serie, la gente se comporta de modo voraz y no repara en daños con tal de acceder al contenido lo antes posible. Lo peor es que lo reconocen sin problema y aseguran que, el asunto no puede esperar.

Este es un tipo de piratería muy común en todos los rangos de edad, ya sea que se compren los DVD’s en puestos ambulantes o se usen aplicaciones ilegales, la prisa manda. El daño parece poco porque el efecto no se palpa al momento de ver una serie por ejemplo, en Pop Corn o Cuevana, la afectación es directamente a la cadena creativa; todos los involucrados en la elaboración y producción, desde los directores hasta los que venden el material original, sufren pérdidas importantes y su labor se ve mal redituada. Tal vez no me refiero a los sueldos millonarios de los actores principales, yo hablo de ellos y de todos cuyos nombres no vemos porque nos salimos antes de la sala o le adelantamos a las “letritas” del final.

Es una práctica tan generalizada que está acabando con productoras pequeñas y le resta trabajo y oportunidades de desarrollo y crecimiento a miles de personas.

A todos mis queridos Millenials y amantes de las series de todas las edades, la verdad es: “¡No hay prisa!” y los famosos Spoilers no son justificación para hacerse de una primicia a costa del trabajo ajeno. Uno no puede tenerlo todo o saberlo todo y lo mismo se aplica para la oferta televisiva y por Internet. Ante la urgencia siempre está el buen libro y ese también se puede leer todo de un jalón o disfrutarlo poco a poco.

Parece hueco todo lo que les digo, pero no menosprecien el trabajo de los demás ni ayuden a la industria de lo ilegal y lo pirata a crecer y crecer, las pérdidas son inmensas. Tampoco está de más aprender a esperar y mejorar esa tolerancia a la frustración; con ella se van a encontrar una y otra vez a lo largo de sus vidas y les aseguro que ella tiene menos misericordia que sus Memes hacia los de la generación del lápiz y el papel.

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¿Cómo hacer a un bully? Guía práctica de disuasión.

Más que una pregunta teórica esta es una realidad a la que debemos dar una respuesta satisfactoria. Ya comenté, en una publicación previa, cómo el problema del acoso escolar involucra a toda la comunidad, pero es innegable que los más involucrados son la víctima y el victimario.

La situación del niño o niña acosado requiere de atención inmediata y de protección, ya que son muy vulnerables a sufrir nuevas agresiones. Esto nos enfrenta a la necesidad de acabar con el ciclo de violencia y acoso, pero no siempre significa castigar al agresor. De preferencia hay que cerrar la línea de producción de bullies.

Los infantes que enarbolan la bandera del acoso no nacieron así, ellos son resultado de la educación de sus familias y de la comunidad a la que pertenecen. El Dr. Garbarino en su libro: “Lost boys” (Niños perdidos), hace un análisis de más de 20 años de trabajo con niños en prisiones de los Estados Unidos (2). Una de sus conclusiones es que los chicos infractores han delinquido como una forma de supervivencia y adaptación al medio en el que viven y otra de ellas, quizás la que más importante se me hace, es que el castigo no ha dado resultados positivos en la rehabilitación de estos chicos.

Yo no comulgo con este concepto del castigo aplicado a la educación, cuando se hace algo, lo que sea, el resultado es una consecuencia y como tal debe ser tratada. Las acciones derivadas del comportamiento llevan implícitas una “cuota”; a veces a favor, otras en contra. El asumir ese costo debería ser algo natural, pero muchas veces los padres de familia creemos estar protegiendo a nuestros hijos al ayudarles a evitar las consecuencias de sus actos. Cuando hacen algo positivo, se les celebra, cuando hacen algo negativo se les reprende o bien se ajustan los resultados para “darles chance”.

Supongamos que nuestro vástago dijo una mentira por no haber llevado la tarea; la maestra nos llama y reaccionamos como mejor podemos, pero no olvidemos que:

Justificar al hijo frente al maestro para después regañarlo en privado no sirve, regañar al hijo frente al maestro no sirve, apoyarlo a que se salga con la suya no sirve, regañar al maestro por levantarle falsos al infante no sirve.

Si aprovechamos el evento como una oportunidad para el diálogo, el aprendizaje y la confianza podremos obtener resultados con un valor agregado a largo plazo. Una guía de lo que el padre de familia podría decir es:

“Me llamó tu maestra porque al parecer le dijiste una mentira por no haber llevado tu tarea, ¿tuviste algún problema para hacer la tarea? / Mentir no va a solucionar el problema, sólo te va a causar otros, me parece que debes hacer algo para disculparte con tu maestra, ¿qué se te ocurre? / A mí se me ocurre que le puedes hacer una carta explicando la verdadera razón por la que no hiciste la tarea y ofrecer una disculpa, puede ser también un dibujo, una tarjeta o decirlo en persona, como tú te sientas mejor. / No estoy enojado contigo, pero me preocupa que si tienes un problema sientas que estás solo y no busques ayuda. / Yo aquí estoy para lo que necesites y si te parece todos los días te puedo preguntar si quieres que te ayude.”

Una reacción de este tipo cuando nuestros hijos cometen una falta por primera vez, no sólo los ayuda a salir adelante del problema, sino que los hace responsables de sus actos, los hace sentir queridos y escuchados, les da alternativas de solución a los conflictos, les enseña a disculparse por haber hecho algo indebido y los convierte en personas asertivas.

A los niños que acosan a los demás no se les debe dejar fuera de la resolución del conflicto porque ellos son otro tipo de víctimas, aun el niño o la niña que vive en buena posición social sufre las consecuencias de unos padres que ningunean a cualquiera y dan ejemplo de prepotencia y de acoso. Darle todo a los hijos es otra forma de maltrato y es una fórmula muy confiable para hacer de nuestra progenie un bully con todas las de la ley.

En el libro “The Bully, the bullied and the bystander”, la autora clasifica a las dos familias generadoras de acosadores. Haciendo una analogía con las paredes, la primera familia es la “Pared de ladrillo” (¿qué dirá don Roger Waters?), dichas familias no toleran ninguna desviación a la norma establecida por el jefe de familia, puede ser la madre o el padre. En ellas la única salvación es pasar desapercibido y alinearse del lado de la figura en el poder para no salir tan golpeado, las opiniones de los hijos son ignoradas, menosprecian a los otros miembros de la familia y los humillan. Los hijos de estas familias repiten el patrón aprendido como forma de dominación y para buscar la aceptación de un grupo en el que la intolerancia y la violencia se premian.

El otro tipo de familia es todo lo contrario, la familia “medusa de mar”, en ella los padres pueden no saber qué hacer con los hijos, les tienen miedo y no saben marcar límites que les permitan dar estructura, se van por el lado de las amenazas, castigos, chantajes; dejarlos sin cenar, prohibirles usar la computadora, tirar sus juguetes y al otro día todo como si nada, se levanta el castigo sin siquiera mencionarlo. Otra variante de esta misma familia es la que en hay abandono físico o psicológico del infante, ya sea por desconocimiento o por algún problema de drogas o enfermedad, el padre se centra solamente en él. Pueden ser buenos proveedores materiales, pero no hay apego ni muestras de amor. Los hijos de estas familias aprender a mentir y a manipular para conseguir lo que quieren (1).

El trabajo de hacer familias funcionales y asertivas es esencial para aliviar la mayoría de los problemas sociales. Los hombres y mujeres con hijos de cualquier edad tienen la obligación de educarse para ser mejores padres, no se vale sacar el orgullo y decir: “A mí me vale gorro y nadie me dice qué hacer”, ni hacerse guaje y dejar que sea lo que tenga que ser (así con muchos “que”).

Espero haber dejado sembradas las ganas de leer estos dos magníficos libros, creo que ya existe versión en español de “Lost boys”.

Bibliografía:
  1. Coloroso B. (2008). The Bully, The Bullied and The Bystander. HarperCollins e-books. Estados Unidos; pp; 75-90.
  2. Garbarino J. (1999). Lost Boys. Why Our Sons Turn Violent and How We Can Save Them. The Free Press, New York.
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Reseña del libro: Bullying y Abuso Infantil. Escrito por Tere Vale.

 

El tema del acoso escolar se ha vuelto una preocupación para la sociedad en la mayor parte de los países; siendo un fenómeno cuya presencia data de siglos atrás no era sencillo pasar de la costumbre a la investigación y la prevención. Los hechos se volvieron cada vez más contundentes y mediáticos mostrando el lado más violento del acoso o bullying. En estos días la oferta de libros acerca del acoso escolar ha aumentado y se les puede encontrar en cualquier librería, sin embargo, no todos tratan el tema con la seriedad debida, es por eso que quiero recomendar ampliamente el trabajo de Tere Vale en este libro.

Lo primero que deseo destacar es el orden y la claridad con la que trata los temas; los capítulos son cortos concisos y abordan el ciclo completo del acoso y sus consecuencias. El lenguaje es claro y muy accesible, no hay terminología que no se explique y está centrado en la realidad mexicana.

Como profesional me gustó mucho la documentación que hizo para escribir el libro; cuenta con una sección bibliográfica extensa y verificable. Yo uso este texto para los cursos que desarrollo y para explicar a mis pacientes el tema del acoso.

Nos muestra el panorama legislativo relacionado con el acoso y la violencia infantil desde la Constitución hasta las leyes y reglamentos locales. Tiene una postura de género en donde presenta las diferencias entre la violencia ejercida por los hombres y las mujeres. Este último punto es esencial para el trabajo en las escuelas en materia de prevención y de manejo de los casos ya presentes en la institución.

Por si fuera poco, es un libro accesible en precio, de lectura sencilla y con información que va desde lo neurobiológico hasta lo social.

Se van a encontrar muchos otros libros de consulta dirigidos a los jóvenes, los padres y los maestros, he leído varios y me he encontrado con errores de aproximación al tema y con sugerencias vagas y simplonas sobre cómo evitar el acoso en carne propia o como ayudar a alguien quien sufre de acoso. En este sentido debo recalcar que no es un tema para tratar de manera superficial sin darle el peso específico tan importante y de consecuencias tan graves como las tiene el bullying.

En fin, espero puedan conseguir el libro, lo lean y les ayude a valorar, en su justa dimensión, la necesidad tan grande de contar con estrategias de prevención y manejo de este problema de salud al que se enfrenta la sociedad en su conjunto.

Aquí les dejo los datos:

Tere Vale. Bullying y Abuso Infantil, editorial Planeta; México 2016.

 

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Vale T. (2016). Bullying y Abuso Infantil. Ed. Planeta; México