La vida después de que se tira del gatillo.

Como padres de familia hay gran impotencia cuando nuestros hijos se ven envueltos en hechos violentos. Uno no desea verlos sufrir y mucho menos si se trata de un ataque como el vivido en la escuela de Monterrey o los cientos ocurridos en escuelas del vecino país del norte. El solo pensar en la posibilidad de que nuestros hijos pudieran morir o salir lastimados físicamente es una de las pesadillas de todos quienes somos padres.

Pero otra pesadilla, tal vez peor, es enterarnos de que fue uno de nuestros hijos o hijas quien llevó a cabo un acto de esa naturaleza.

Pensar que nuestro hijo es “malo” no viene en la programación diaria de nadie. Uno los educa de la mejor forma posible y dudo muchísimo que existan casos en donde los padres busquen, de forma consciente, tener un hijo capaz de matar a sus semejantes o de hacerse daño a sí mismos. El hecho es que sucede y enfrentarlo no es sencillo.

Es común para muchos progenitores ser llamados a la escuela porque el hijo o la hija acosa a los compañeros. Así ha sido desde hace siglos, la lucha de poder no tiene fecha de caducidad. La negación en los padres del agresor puede variar: “Mi hijo es incapaz”, “Sólo se estaba defendiendo”, “Así son los niños”, “¿Verdad que nada más estaban jugando?” Cuando los padres aceptan el hecho muchas veces no son capaces de poner un remedio y tan sólo una pequeña minoría consigue detener y corregir la conducta de forma adecuada; esto es sin recurrir a la violencia en casa.

Las cosas cambian cuando los hechos son de naturaleza criminal, o sea, susceptibles de ser juzgados por la ley, ahí no hay defensa que valga ni tolerancia por parte de la comunidad. Una vez realizado, la vida de víctimas y perpetradores cambia para siempre.

Los padres serán juzgados y declarados culpables por la mayor parte de la opinión pública; sea por una agresión a otros o una agresión personal, como en el caso del suicidio. Se pondrán en tela de juicio sus valores, la educación que dieron a su familia, sus antecedentes, gustos y así hasta las más mínimas faltas. Esto sucede por la dificultad de entender un ataque violento, la gente busca respuestas de forma inmediata para enterarse del porqué, pero más importante, para alejarse del espectro de la culpa y del escrutinio. En el fondo todos encontramos similitudes en la familia del agresor y tenemos miedo de que otros las encuentren también. No se puede culpar por ello a las personas, sin embargo, para los involucrados sólo complica la ya de por sí, imposible situación por la cual atraviesan.

Tuve el infortunio de ser partícipe de una de estas crisis escolares y les compartiré cómo viví esa situación como madre.

Un joven muy querido por la comunidad escolar y en particular por mi familia, intentó quitarse la vida en la prepa donde estudiaba una de mis hijas. Ella fue testigo de cómo lo sacaron en camilla del salón totalmente ensangrentado justo cuando sus padres llegaban al colegio a enterarse de lo sucedido. A mí me llamó por teléfono y nada más me dijo que las clases se habían suspendido y me pidió ir por ella a casa de un compañero. Cuando iba de camino, recibí una llamada de una amiga para preguntarme si mi hija estaba bien y de si ya me había enterado de la balacera en su escuela. Recuerdo con claridad el escalofrío en todo el cuerpo y la confusión, ¿cómo que una balacera?, si yo justo acababa de hablar con mi hija y no me dijo nada. Colgué con mi amiga y le llame a su celular (en esa época no era tan glamoroso como hoy en día y dudé que me fuera a responder), cuando contestó le pregunté lo que en realidad había pasado y sólo me pudo decir el nombre de su amigo involucrado.

Llegué por ella, la encontré en estado de shock, entre ella y un amigo me pudieron decir el nombre del hospital donde se encontraba y nos fuimos para allá.

Con muy pocos detalles entramos y me encontré con la mamá de este chico; nos dimos un abrazo en el que yo traté de hacerle sentir mi cariño y comprensión, pero nada más la sentí deshacerse de dolor.

En la sala de espera del muy escueto y rudimentario hospital, nos encontramos sentados en dos grupos; de un lado los compañeros de la escuela y por otro lado las mamás y papás. Lo único que supimos en ese momento fue que el chico había intentado suicidarse en un salón vacío, se disparó en la boca con una pistola calibre .45mm y estaba en el quirófano luchando por su vida; el arma era de su padre.

La pregunta de todos los presentes era la misma: “¿Por qué un chico tan estudioso, talentoso y amable haría algo así?” En ese momento era imposible saber nada y lo único por hacer era quedarse ahí, en silencio, siendo testigos del dolor de una familia y dando gracias por no estar en sus zapatos.

En mi caso tuve que ayudar a mi hija a salir del shock en el que se encontraba, desarrolló Síndrome de Estrés Post Traumático y fueron muchos meses de trabajo continuo y de repercusiones importantes en su vida. Al final, ella salió adelante afortunadamente. Con el paso de los días la magnitud y las causas del evento se hicieron más claras. Al chico le encontraron en su casillero muchos cartuchos útiles y algunas jeringas con heroína. Fue dolorosísimo para mí enterarme de eso y sentir que no pude darme cuenta antes para tratar de hacer algo para evitarlo.

Se especuló, por parte de la policía, que este muchacho habría planeado un ataque a sus compañeros y al arrepentirse decidió quitarse la vida. Eso no se va a saber nunca y prefiero pensar que no era esa la razón por la cual lo hizo.

La escuela ofreció todo el apoyo psicológico y se tuvieron muchas juntas con el director para expresar nuestro dolor y nuestras opiniones. Se discutió la propuesta de revisar las mochilas de los alumnos al entrar al colegio y se alzaron voces a favor y en contra. Preservar la privacidad es un asunto muy delicado, aun si se trata de evitar actos como este. Al final se votó por instalar cámaras de seguridad en los pasillos y en el área de casilleros, todos nos comprometimos a estar vigilantes y atentos de nuestros hijos e hijas, ayudarlos y fomentar la comunicación entre nosotros.

Los alumnos se organizaron para establecer una cadena de comunicación anónima para reportar a chicos con cambios en su conducta, datos de depresión o de agresividad. El resultado fue positivo y se creó un vínculo poderoso entre todos ellos (debo aclarar que se trata de una comunidad escolar pequeña). Muchos chicos cambiaron sus actitudes de riesgo, algunos dejaron de tomar o de manejar rápido. Cada quien procesó el evento tratando de rescatarse después del dolor sufrido.

El joven sobrevivió después de más de 10 cirugías, más de 6 meses en coma y años de rehabilitación. No tiene recuerdo de lo sucedido y tristemente su capacidad física y mental quedó dañada. La vida de su familia cambió para siempre y en la actualidad viven con la tranquilidad de haber hecho y estar haciendo todo por la salud y bienestar de su hijo. Seguimos en contacto esporádico con su familia y con una lección aprendida de por vida.

Culpar a la familia por tener un arma no es justo, tampoco lo es no saber cuándo tu hijo consume drogas o si tiene algún trastorno mental; como dije al principio, los padres no esperamos que los hijos estén mal.

A veces los otros pueden saber esos detalles mejor que los mismos padres. En el caso que narro, uno de los compañeros sabía del consumo de estimulantes por parte de su amigo porque ya le había ofrecido para “mejorar la concentración”, pero, a pesar de comentarlo con su familia, no sintieron que fuera apropiado ir con el chisme con la mamá de este muchacho. Otros de sus compañeros lo notaron más exaltado que de costumbre una tarde antes y otros más habían leído un ensayo reciente en donde manifestaba ideas muy negativas nada propias de él. Nada de esto puede resultar relevante sino hasta después de una tragedia. Determinar si los actos de omisión de cada una de esas personas hubieran cambiado el destino es mucha especulación. Muchos van a quedarse con esa espinita clavada y es posible que los vuelva más sensibles ante futuras situaciones.

Crédito de imagen del encabezado: Photo via Visual hunt

Hombres heroicos, mujeres pérfidas. ¿Cómo que Lady Pingüina?

En días recientes se hizo viral un video de pingüinos, hasta ahí todo bien.

Dicho video mostró una pelea por un nido usurpado. Las aves son animales muy fieles y muchas especies mantienen una pareja de por vida, tal es el caso del plumífero al que hacemos referencia. La historia es que, después de un año de travesía, un macho regresa a su nido para encontrarse con otro macho ocupando su lugar. Se hicieron de graznidos y acabó el asunto en un sangriento enfrentamiento. Nada que no se haya visto millones de veces en la naturaleza.

Recuerdo que Sir Richard Attenborough dijo en una de sus entrevistas que las cosas a las cuales se enfrentaban durante las filmaciones de la vida natural eran de una brutalidad impresionante, comentaba que las escenas mostradas en la televisión eran clasificación A, comparadas con todo lo omitido.

Dicho lo cual, es evidente que el video no pasó ese filtro de censura y pues ya. Pero en redes sociales no tardaron en culpar a la hembra y en apodarla #LadyPingüina (aunque no exista la palabra pingüino en femenino), la compararon de inmediato con la joven a quien filmaron besando a un hombre en su despedida de soltera, la cual fue crucificada por la sociedad y hasta se ganó el triste honor de tener su propio capítulo en la serie de Televisa: “La Rosa de Guadalupe”.

Hay personas comentando y burlándose de la situación del ave porque la hembra no le fue fiel.

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Qué pena con este medio y con otros que han hecho sus quince minutos con esta historia. Pero de lo que no se dan cuenta, es que su efímera noticia vienen a reforzar siglos de misoginia, auténticos siglos de discriminación, violencia y nulificación de las mujeres. No tienen vergüenza, y me llena de tristeza leer a chicas de todas edades compartir el video, denigrándose a sí mismas.

El feminismo no es una reacción visceral, es un marco teórico y sus fundamentos han abierto puertas para mujeres y hombres por igual. La cultura masculina está asentada a piedra y lodo, nos faltan décadas enteras de tragedias y vejaciones hacia las niñas y mujeres del mundo.

Recientemente la ONU nombró al personaje de La Mujer Maravilla como Embajadora de la buena voluntad de las niñas y las mujeres para muchos países. El nombramiento fue muy criticado por no haber usado una mujer de carne y hueso, lo cual hace pensar que ninguna de nosotras da el ancho. Una de las críticas más inteligentes al respecto nos explica cómo el personaje original describía a una fuerte e inteligente guerrera en la Segunda Guerra Mundial y la figura actual cae en los estereotipos de la mujer-objeto que plaga los medios de comunicación*. Creo que la medida fue bien intencionada, pero es una imagen complicada para manejar, no sólo por los atributos físicos de las actrices y su respectiva digitalización, sino también por su propensión a la resolución de conflictos por medio de la violencia y de relacionarla, una vez más, con un hombre exitoso como pareja sentimental.

El heroísmo no es privativo de los hombres ni la perfidia lo es de las mujeres. Los actos de unos y otros deben ser juzgados con los mismos parámetros; si la fidelidad es una condición deseable de la sociedad, la responsabilidad de haber sido infiel a la pareja es de los dos involucrados, no nada más de la mujer: fácil-resbalosa-ingrata-vulgar-buscona-loca-prostituta-malagradecida, mientras que el hombre infiel lo es porque en casa su mujer no le da lo que necesita, se lo merece por fregón, es su naturaleza el no poderse aguantar o alguna de esas otras excusas elaboradas por ellos y fomentadas por las madres de familia que educan a sus hijas como premios callados y sumisos.

No le quedemos mal a nuestras niñas y adolescentes, hay que poner todo de nuestra parte para alejarlas de la violencia de género y el abanico tan amplio de males que la comprenden.

Por cierto, esta publicación está dedicada a una mujer que llegó a la final de un campeonato de videojuegos este mes y su logro fue menospreciado por algunos al decir que: “Todos los finalistas merecen el reconocimiento”.

Claro que no, ella merece nuestra admiración mucho más que sus contrincantes por el hecho de ser mujer y haber sobresalido en un mundo de hombres, bajo sus reglas, sus albures, su violencia; ella no debe ser LadyVideojuegos, ella debe ser recordada como una campeona digna de representar a las mujeres por la ONU o cualquier otra organización.

 

* http://edition.cnn.com/2016/10/21/health/wonder-woman-un-ambassador-trnd/
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Photo credit: <a href=»https://www.flickr.com/photos/nancyhunt/8588559963/»>huntforme2006</a> via <a href=»https://visualhunt.com»>Visual hunt</a> / <a href=»http://creativecommons.org/licenses/by/2.0/»>CC BY</a>

Post populi, post Dei.

El clamor del pueblo ha cambiado de medio de expresión. A pesar de que se siguen tomando las calles y haciendo pintas con protestas, la efectividad de dichas acciones está quedando opacada por el innegable poder del Post; el alcance de una denuncia es multitudinario y no se limita a las fronteras del país. Actualmente las personas han dejado de recurrir a la ley para buscar justicia en redes sociales, cada día se presentan más denuncias de asaltos captados por la cámara de un teléfono móvil y los resultados son expeditos haciendo caer el peso de la ley sobre los infractores.

A los gobernantes no les gusta ser exhibidos y cuando la presión sale de los confines del Ministerio Público más les vale actuar pronto o perder la poca credibilidad que les queda. Desafortunadamente, el número de personas con acceso a Internet es aún muy bajo, por ello se han creado grupos de defensa para quienes no tienen otra forma de ser escuchados.

La capacidad de movilización y de acción puede hacer la diferencia en la vida de muchas personas, porque, a pesar de todos los riesgos y malos manejos de la información, los datos ahí están, las imágenes o audios ahí están y son susceptibles de ser analizados por millones de personas. ¿Se imaginan lo que todos esos puntos de vista pueden hacer? No por nada existen los llamados Bots, que son programas cuya finalidad es hacer parecer que las tendencias de alguna publicación son mejores o peores. De ahí salen los números para muchas encuestas y para ensalzar o tirar por la borda planes y proyectos.

Nuestra responsabilidad es hacer buen uso de ese poder, porque, aunque la libertad de expresión existe, se deben eliminar los contenidos discriminatorios o aquellos que inciten al odio entre las personas. Es tan sencillo como no compartirlo y no comentar al respecto; en Internet la vida media de las publicaciones es muy corta y si se ignora se elimina por completo. Las compañías como Facebook y Twitter se han visto en la necesidad de proteger a los usuarios de imágenes con desnudos o contenidos violentos. No debe ser tarea fácil darles gusto a todos; yo he reportado al menos 3 fotos que considero denigrantes para las mujeres y en ninguno de los casos he recibido respuesta satisfactoria, sólo me dicen que no infringe sus regulaciones y por ello no la remueven de su sitio. Ante tal dificultad lo más razonable es hacer uno mismo el trabajo y convertirse en moderador del contenido que circula en las redes. El reto es encontrar un punto medio entre todas las culturas.

En ocasiones circulan acaloradas cadenas en Facebook, exigiendo la restitución de fotos de mujeres indígenas con el torso desnudo realizando alguna labor doméstica. Para los mexicanos no hay connotación sexual en esa imagen y sólo vemos a una mujer que representa los valores de nuestras tradiciones indígenas. Sin embargo, yo no puedo obligar al resto del mundo a vivir con mi percepción y herencia cultural; si para otros la imagen representa un desnudo que puede ser malinterpretado por ellos o por sus hijos, no tienen por qué estar expuestos a él de forma involuntaria.

De la misma forma yo me he sentido incómoda al ver personas con prácticas alimenticias, desde mi punto de vista, extremas. Ese es el respeto que debemos procurar, total, si hay quién se interese en las culturas pre-Hispánicas puede buscar la información y para quienes quieren saber cómo se cocina el perro también pueden averiguarlo sin tener que invitarnos a los demás de sus intereses.

Nunca antes en la historia de la humanidad habíamos sabido tanto de los demás. El amigo por correspondencia quedó atrás para dejar paso a la red de amigos. Podemos conectarnos con personas alrededor del mundo para conocer su forma de vida y sus costumbres. Los resultados son muy interesantes, ya que nos hemos dado cuenta en cuántas cosas nos parecemos. Todos hacemos bromas, denuncias, ayudamos a los demás, compartimos frases motivacionales, saludamos y despedimos a los meses del año, odiamos los lunes, amamos los viernes, compartimos imágenes de nuestra vida y nuestro planeta y por sobre todas las cosas, somos esclavos de las fotos y videos de gatos.

Hagamos buen uso de la maravilla que es poder estar en todos lados al mismo tiempo.

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Photo credit: <a href=»https://www.flickr.com/photos/garryknight/8331105136/»>garryknight</a> via <a href=»https://visualhunt.com»>Visualhunt.com</a> / <a href=»http://creativecommons.org/licenses/by/2.0/»>CC BY</a>
Imagen de Grumpy Cat: Meme creator.

Lo que no se quiere ver pero ahí está.

Pocas personas podrán estar en desacuerdo con la sensación de tristeza, enojo y desamparo que tiene uno después de ver las noticias. Contradictoriamente, parecemos estar ávidos de consumir noticias sobre las desgracias humanas, no importa dónde sucedan, entre más crudas más tiempo pasan en las primeras planas y ahora con la posibilidad de demostrar solidaridad con un hashtag, en minutos el mundo sufre con las víctimas y con las naciones afectadas.

El volumen del sufrimiento es directamente proporcional al tamaño de la desgracia y a la cercanía que tengamos con la situación.

Quienes nacimos y vivimos en la Ciudad de México somos más susceptibles cuando hay un terremoto, los neoyorquinos son, casi sin duda, muy solidarios en caso de ataques terroristas masivos.

Nuestro infortunio y solidaridad disminuyen junto con el volumen de la cobertura en medios noticiosos y redes sociales. Esto es normal dado que las emergencias también tienen un ciclo de vida y llega un momento en el cual la reconstrucción se puede estancar por meses y otros temas se vuelven más relevantes. Si se trata de una guerra ya hasta se pasan por alto y se da por hecho que gente va a morir. En lo que va del 2016, las tragedias humanas a nivel local y mundial han sobrepasado la cantidad de encabezados disponibles.

¿Hace daño ver noticias violentas?

Varias personas me han preguntado esto o ha sido tema de conversación en reuniones sociales. Yo no considero que ser testigo del sufrimiento humano haga mal, para mí el daño viene de la indolencia hacia esas noticias.

Hace dos días vi el video del rescate de una niña de unos 3 o 4 años de edad de entre las ruinas en la ciudad de Aleppo en Siria, en el marco de una fallida tregua de menos de una semana. No sé cómo hicieron para encontrarla, el edificio donde estaba enterrada estaba derruido, ignoro qué era antes, pero en ese momento no era más que polvo y piedra. La niña se encontraba totalmente aprisionada, no había hueco ni espacio entre ella y el cascajo. Los hombres empezaron a cavar con las manos y a liberarla; primero su cabeza, luego un brazo y así hasta que salió. Ignoro cuánto tiempo les tomó, ella lloraba y los hombres hablaban el lenguaje universal de la desesperación. Al final del video me puse a llorar, esa mezcla de alivio al verla salir y el dolor de saber que la llevan a un hospital o a un refugio que tal vez sea bombardeado al día siguiente.

¿Me hizo daño?

No.

Me indignó, como me indignan los asesinatos de mujeres en mi país, los desaparecidos, los muertos por su color o ideología y sobre todo y por encima de todo, los líderes y gobernantes culpándose unos a otros con el eterno “quién arrojó la piedra primero” o justificando su inacción con la famosa declaración de: “El ajuste de cuentas”.

No se trata de verlo todo, hay imágenes que lo pueden acompañar a uno hasta la tumba, pero sí es importante saber y estar al tanto, qué más hubiera querido yo que abrazar a esa niña y traerla a vivir conmigo, quitarle el polvo y las heridas, prometerle que nada malo le va a pasar. Eso no me es posible, pero sí puedo proteger a mis hijas y a mí misma, elegir a mis gobernantes después de haberlos escuchado y cuestionado, no usar drogas, no robar, no humillar, no burlarme de los errores filmados y compartidos al instante para acabar con la vida pública y privada de alguien.

Hay que educarse y educar, hay que leer, hay que informarse. Yo lo hago por los miles de seres vivos que sufren y mueren inútilmente a diario. Haz tu parte.

Crédito de imagen de encabezado: Unsplash.com.